Seamos un poquito sinceros.
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Hace algún par de semanas comencé a hablar con, digamos que se llamó Henry, un hombre de 24 años, trabajador, y buen mozo. Nos conocimos en Facebook y de inmediato empezamos a hablar diariamente, hasta incluso decidió agregarme entre sus números favoritos para poder conversar gratuitamente y con más frecuencia. A medida que pasaban los días yo me sentía más atraído hacia él ya que parecía conjugar muchas cosas que anhelo encontrar en una relación, era muy estable conmigo, me pedía sinceridad y parecía ofrecerla, era atento y detallista, parecía que nuestra conexión era bastante buena, me advirtió varias veces que estaba cansado de los juegos mentales que muchos hombres gay emplean cuando están saliendo con alguien y que esperaba de mi total honestidad en todo aspecto que llegáramos a tocar.
Después de tanto preámbulo decidimos vernos un sábado, y compartir la noche juntos, pensamos en ir a cine, comer algo después y si había tiempo tomar un par de cervezas o si era mucho el cansancio regresar a mi apartamento y ver una película en Netflix.
El día llegó, nos vimos cerca de las 8 de la noche y de inmediato sentí un bajonazo, era obvio que sus fotos de Facebook mostraban su mejor lado y en persona era un poco distinto, pero bueno decidí que eso no fuera un obstáculo y darle la oportunidad a un hombre que me había demostrado ser mucho mas que una cara bonita. Los planes se truncaron porque ambos estábamos muy cansados, decidimos pedir un domicilio y compartir la noche de sábado juntos, aprovechamos para hablar, la conversación fluyó de una manera inesperada y logré conocer aspectos suyos mas personales, me contó de sus relaciones anteriores y yo le conté de las mías, entre chiste y charla le comenté que vivía cerca de dos bares gay, entonces las noches de fin de semana escuchaba como caminaban borrachos los gais por la calle del lado y hubo un momento en que, a manera de broma, le dije ¿Por qué no abrimos Grindr y le muestro las personas que salen cerca? En ese momento cambió de manera drástica, me miró de esa manera prejuiciosa en la que a veces juzgamos a los demás y me dijo de manera despectiva: “¿Usted tiene Grindr? Ah, es que usted es de esas redes…”
A lo que le pregunté ¿Cómo así que soy de esas redes?.
-Sí, sólo las perras mantienen en Grindr.
Le aclaré que así no me creyera, nunca había tenido sexo con alguien de Grindr, o al menos no con alguien que yo haya conocido a través de esa aplicación, y que podía dársele distintos usos, solo era cuestión de saber manejarla.
Siguió molesto y retiró mi mano de su pecho, me dijo: “no me toque, no pensé que usted fuera así” Entonces caí en cuenta, ese hombre tan ideal, que me había pedido serle sincero en todo tema que tocáramos no soportó mi cruda verdad sobre Grindr.
La verdad era que la conexión entre nosotros era visible, innegable, pero en el momento en que salió con ese reclamo airado por una práctica tan común entre los hombres homosexuales mis ánimos se desinflaron.
¿Por qué una persona que buscaba una relación estable y parecía darle tanta importancia a la sinceridad buscaba que le ocultaran la verdad sobre esa aplicación? Claro, estoy asumiendo que todos mis lectores usan Grindr, y que él debería al menos contemplar la posibilidad de que un hombre soltero use la aplicación para buscar un desfogue sexual en una noche solitaria.
¿Y si la conversación hubiera fluido a temas sexuales mas explícitos? Como digamos, la cantidad de compañeros sexuales en el último semestre, o la última vez que tuve sexo… Creo que hubiera preferido escuchar una mentira a tener que aceptar que un hombre joven como yo puede vivir su vida sexual de una manera libre ya que no tiene ningún compromiso de fidelidad con nadie.
¿Qué tanta sinceridad esperamos de un hombre cuando preguntamos sobre temas sexuales? Yo espero absoluta, que cuando le pregunte a alguien si es portador de VIH me dé una respuesta con absoluta certeza y sinceridad, o que si pregunto si aun está enamorado de su ex novio pueda darme seguridad sobre qué esperar si decido tener un noviazgo con él.
Obviamente, el domingo Henry decidió irse de mi vida para siempre, cosa que yo también pedí a gritos porque era obvio que si se molestó con el asunto de la aplicación no estaba preparado para indagar más sobre mi vida.
¿Y ustedes prefieren absoluta sinceridad o escuchar una respuesta hermosa? Mientras piensan la respuesta voy a darle play a un álbum de Paloma Faith en Spotify.